domingo, 6 de agosto de 2017

La muerte en la poesía de Quevedo

Mélpomene, representación de la poesía fúnebre

El enfoque de este trabajo es brindar un acercamiento de la manera en que concibe la muerte el poeta Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645). El autor ya mencionado es un representante por excelencia de la época del Barroco. Su obra poética  incluye sonetos, letrillas y romances; como prosista destaca la Historia de la vida del buscón llamado don Pablos (1626) y su obra ascética Los sueños (1627); además obras de contenido político como Política de Dios, gobierno de cristo 1626.
Para comenzar, se ha seleccionado el siguiente soneto metafísico:
«¡ Ah de la vida !»… ¿Nadie me responde?
¡Aquí de los antaños que he vivido!
La Fortuna mis tiempos ha mordido;
las Horas mi locura las esconde.

¡Que sin saber cómo ni adónde
la salud y la edad se hayan huido!
Falta la vida, asiste lo vivido,
y no hay calamidad que no me ronde.

Ayer se fue, mañana no ha llegado;
hoy se está yendo sin parar un punto:
soy un fue y un será y un es cansado.

En el hoy y mañana y ayer, junto
pañales y mortaja, y he quedado
presente sucesiones de difunto.


En el primer verso el yo lírico llama la atención acerca de la vida y acto seguido formula una interrogación retórica “¿Nadie me responde?”,  la cual cumple la función de encuadrar el contenido, es decir, hace evidente la preocupación que tiene por la vida. Y mientras busca una respuesta ante aquella incertidumbre, descubre que se encuentra viejo, que no tiene salud, que es vulnerable, y que los recuerdos de su vida de juventud toman importancia. Pero, ¿por qué le importa esos recuerdos de los años que pasaron? Sencillo. Porque le sirve como medidor de cuanto disfrutó de la vida, de cuan feliz fue y de como aprovechó las circunstancias, por lo tanto, el sujeto lirico del poema nos habla en resumen de la expresión latina «Carpe Diem», que significa «aprovecha el día». En suma a esto, vemos que “enseña a morir y que la mayor parte de la muerte es la vida, y ésta no se siente, y la menor que es el último suspiro, es la que da pena” (Tomas L. Rivers, 1980: p. 3).

Por otro lado, vemos como en el primer terceto cuando habla del ayer, lo hace en un sentido ambiguo que puede referirse a dos cosas, ya sea a su etapa de niñez o para decir que el tiempo no se puede recuperar. Y en el mismo verso menciona el mañana para recordar lo incierto. Y el hoy lo constante e inalterable que es el tiempo. Así mismo lo afirma Guillermo de Torre (1969): “En efecto, la fugacidad del tiempo y la muerte son los leit motiven cardinales de estos sonetos metafísicos” (p. 387).

Para finalizar, vemos como en el último terceto el yo lírico dice que queda como sucesiones de un difunto, lo cual se entiende que en la vejez ya ha perdido de cierta manera las ambiciones por la vida. La expresión “presente sucesiones de difunto” es la característica de ser consciente de las muertes que ha tenido el ser; y las muertes son cada una de las etapas de la vida, las cuales podríamos definir así: niñez, juventud, mocedad, edad varonil, vejez. Como lo menciona el propio Quevedo en una de las cartas enviadas a Don Manuel Serrano del Castillo el 16 de agosto de 1635.

Continuamos con el siguiente soneto:
Huye sin percibirse, lento, el día,
y la hora secreta y recatada
con silencio se acerca, y, despreciada,
lleva tras sí la edad lozana mía.

La vida nueva, que en niñez ardía,
la juventud robusta y engañada,
en el postrer invierno sepultada,
yace entre negra sombra y nieve fría.

No sentí resbalar, mudos, los años;
hoy los lloro pasados, y los veo
rïendo de mis lágrimas y daños.

Mi penitencia deba a mi deseo,
pues me deben la vida mis engaños,
y espero el mal que paso, y no lo creo.

En el soneto se hace evidente un lamento por lo perdido e irrecuperable que es la juventud, y a causa de esto nace un displacer por la vida en la vejez. Muestra además que el sujeto lírico no se da cuenta en qué momento envejeció. Y ya en esa etapa no existe un mismo interés por los placeres simples de la vida y se anhela ese momento en que había fuerzas vitales y espíritu para realizar cualquier cosa.

 Particularmente en este poema el yo lírico es consciente de que va a morir, pero él quiere no asimilar esa idea. De allí ese sentimiento de disconformidad, puesto que se siente engañado por una vida que no se dio cuenta que pasó. Por lo tanto, siente que no vivió realmente y que no le alcanzó el tiempo para nada, por ende, no desea aceptar su condición de humano y rechaza la idea de que tendrá que morir.

El soneto expresa desde esa perspectiva de lo irrecuperable, el lamento y la pena, y dice muy crudamente que ya no se está vivo cuando se está viejo. Además nos muestra esa característica de un constante recuerdo de que la muerte vendrá por cada quien. La muerte vinculada profundamente con el paso del tiempo y la caducidad de la vida.

Cabe destacar en este punto, que en este tipo de poemas no se habla acerca de si hay cielo o infierno para el alma, sino que muestra una perspectiva de que se muere y punto. La muerte se convierte en el destino final de la vida y de ahí no hay nada más.

Para finalizar, veremos el siguiente soneto amoroso:
¡Ay, Floralba! Soñé que te… ¿Dirélo?
Sí, pues que sueño fue: que te gozaba.
¿Y quién sino un amante que soñaba,
juntara tanto infierno a tanto cielo?

Mis llamas con tu nieve y con tu yelo,
cual suele opuestas flechas de su aljaba,
mezclaba amor, y honesto las mezclaba,
como mi adoración en su desvelo.

Y dije: «quiera amor, quiera mi suerte,
que nunca duerma yo, si estoy despierto,
y que si duermo, que jamás despierte».

Mas desperté del dulce desconcierto;
y vi que estuve vivo con la muerte,
y vi que con la vida estaba muerto.

En el soneto anterior, se puede apreciar de primera vista que el elemento principal que mueve el sentido de la obra es el amor. El texto relata de una manera asombrosa la historia de un hombre que sueña que está con su amada. Con respecto a los sueños, Sigmund Freud (1900) afirma: “Los sueños dejan ver bien a las claras el carácter del cumplimiento del deseo” (p. 143). Es decir, mientras el sujeto lírico soñaba que gozaba a Floralba y que ese era un amor fuerte y honesto. Por ende, “está dando voz a su creencia en que el amor no es accidente, en el sentido filosófico del término, sino algo tan esencial que deja su huella imborrable en cuanto toca” (José Antonio Maravall, 1972: p. 150).
La obra es de una ligereza excepcional, que es lograda por la sutileza de cada una de las palabras o ideas cuyo objetivo es causar una impresión en el pensamiento del lector, por ejemplo los dos últimos versos “y vi que estuve vivo con la muerte, / y vi que con la vida estaba muerto” donde apreciamos una paradoja que a simple vista no nos dice nada. Pero sí relacionamos estos versos con todo el texto, entendemos que se refiere al hecho de que mientras el yo lírico dormía y experimentaba el amor con su amada Floralba, se sentía vivo en el sentido de que el amor es la fuerza que rige la vida, así que cuando despierta de su sueño y es separado de su amada entonces es separado de sentir amor y cuando esto ocurre el yo lírico siente que murió. Así mismo, José Antonio Maravall (1972) afirma:
“La vida se enriquece definitivamente por la acción del amor. Y se enriquece de tal manera que el amor llega a ser el único justificante, el principal motivo de vivir. El amor también es fuerza ascendente. Al llegar a su máximo punto se adueña del espíritu humano; por eso, el amor, al crear hipotéticamente la muerte, está en realidad creando una especie de vida”. (p. 149)
En conclusión, vemos que en los poemas analizados la muerte ocurre siempre cuando no hay una fuerza vivificadora. El amor en cierta medida nos librará de la muerte, pues es algo que llena y crea en el espíritu deseos por la vida. También nos damos cuenta que el enemigo principal de la vida es sin duda el tiempo y las enfermedades que destruyen el cuerpo, y en otro sentido la carencia de amor que mata el espíritu. Por otro lado, vemos entonces que la muerta es la propia vida, en la concepción de que cuando una persona nace no empieza a vivir sino a morir.


Bibliografìa
De Torre, Guillermo (1969). El mundo de la novela picaresca. Madrid: GREDOS.
Maravall, José Antonio (1972). Edición 292 de cuadernos hispanoamericanos. Madrid España.
Rivers, Tomas (1980). Poesía Lírica del Siglo de Oro. Madrid: CÁTEDRA.
Freud, Sigmund (1900). La interpretación de los sueños primera parte. Buenos Aires: Amarrortu editores.
Imagen tomada de: http://www.cervantesvirtual.com/bib/bib_autor/quevedo/pcuartonivel.jsp?conten=imagenes&pagina=imagenes2.jsp&tit3=Las+9+musas&fqstr=1&qPagina=0&qImagen=2

miércoles, 1 de febrero de 2017

Viaje a Noruega



Un profesor de matemáticas llamado Pedro, el cual es muy carismático, decide participar en el décimo primer Concurso Internacional de Genios Matemáticos que se celebra cada tres años en Noruega, su sueño era este y había decidido alcanzarlo. El profesor opta por inscribirse al concurso porque sabe que es capaz de ganarse aquel premio soñado. Lleva dos largos años preparándose para ese evento. Sabe que cuando gane va a tener reconocimiento en su país y, especialmente, de parte de su hijo. Lo que más quiere es que su hijo crezca sintiéndose orgulloso de sus logros. Otra de las razones que lo motivaron a participar es porque hace dos años la profesora de Español de la misma Universidad en la que el enseñaba decidió participar en el Concurso Literario Novelístico más importante de su país y ganó el primer lugar, llevándose todos los premios y elogios. Aún la recuerdan y de hecho la respetan mucho más debido a la novela que escribió. Ese año ella ganó el título de mejor novela, a eso se sumó el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, el premio de Sandez, y un reconocimiento de la  Academia de Letras de su país que se encargó de preparar y difundir la primera edición de la novela.

El profesor también quería ser alguien, quería ser recordado. Ya había sido aceptado para participar tras haber resuelto el cuestionario de admisión sin cometer ningún error y cumplir con las normas respectivas. En la mañana había recibido la carta de la asociación Noruega encargada del evento y desde ese momento vivió cada momento esperando que llegase el día de viajar a Noruega.

Finalmente su avión despegó. Él no sabía que aquel viaje lo convertiría en alguien realmente inolvidable. El avión en el que se dirigió a Noruega tuvo fallas en dos de los motores, luego de que una bandada de pájaros colisionara de imprevisto. Infortunadamente, durante el aterrizaje de emergencia la aeronave colisionó de manera abrupta y no quedaron sobrevivientes. Las palabras que pronunció el profesor durante aquel momento lleno de angustia y preocupación quedaron registrados en una bitácora de voz en su celular.

“No pude llegar a mi destino, igual ese premio no era tan importante después de todo, era algo material y nada más, mi hijo a su edad no hubiera comprendido nada de ese premio, creo que ya estaba orgulloso de lo que soy, solo que nunca me lo dijo, no era capaz de hacerlo. Crecía tan rápido y se hacía tan fuerte cada día aprendiendo cosas nuevas. Para qué quería yo reconocimiento en mi país, si nadie comprende lo importante que son las matemáticas ni lo que vale un profesor y mucho menos lo que valen las lágrimas que se derraman al no alcanzar un sueño”.

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