Un profesor de matemáticas llamado Pedro, el cual es
muy carismático, decide participar en el décimo primer Concurso Internacional
de Genios Matemáticos que se celebra cada tres años en Noruega, su sueño era
este y había decidido alcanzarlo. El profesor opta por inscribirse al concurso
porque sabe que es capaz de ganarse aquel premio soñado. Lleva dos largos años
preparándose para ese evento. Sabe que cuando gane va a tener reconocimiento en
su país y, especialmente, de parte de su hijo. Lo que más quiere es que su hijo
crezca sintiéndose orgulloso de sus logros. Otra de las razones que lo motivaron a
participar es porque hace dos años la profesora de Español de la misma
Universidad en la que el enseñaba decidió participar en el Concurso Literario
Novelístico más importante de su país y ganó el primer lugar, llevándose todos
los premios y elogios. Aún la recuerdan y de hecho la respetan mucho más debido a la
novela que escribió. Ese año ella ganó el título de mejor novela, a eso se sumó el
Premio Príncipe de Asturias de las Letras, el premio de Sandez, y un
reconocimiento de la Academia de Letras de su país que se encargó de preparar y
difundir la primera edición de la novela.
El profesor también quería ser alguien, quería ser
recordado. Ya había sido aceptado para participar tras haber resuelto el
cuestionario de admisión sin cometer ningún error y cumplir con las normas
respectivas. En la mañana había recibido la carta de la asociación
Noruega encargada del evento y desde ese momento vivió cada momento esperando que
llegase el día de viajar a Noruega.
Finalmente su avión despegó. Él no sabía que aquel viaje lo convertiría en alguien realmente inolvidable. El
avión en el que se dirigió a Noruega tuvo fallas en dos de los motores, luego de que una bandada de pájaros colisionara de imprevisto. Infortunadamente, durante el aterrizaje de emergencia la aeronave colisionó de manera abrupta y no quedaron sobrevivientes. Las palabras que pronunció
el profesor durante aquel momento lleno de angustia y preocupación quedaron registrados en una bitácora de voz en su celular.
“No pude llegar a mi destino, igual ese premio no era
tan importante después de todo, era algo material y nada más, mi hijo a su edad
no hubiera comprendido nada de ese premio, creo que ya estaba orgulloso de lo
que soy, solo que nunca me lo dijo, no era capaz de hacerlo. Crecía tan rápido
y se hacía tan fuerte cada día aprendiendo cosas nuevas. Para qué quería yo
reconocimiento en mi país, si nadie comprende lo importante que son las
matemáticas ni lo que vale un profesor y mucho menos lo que valen las lágrimas
que se derraman al no alcanzar un sueño”.
Mecanismo de defensa racionalización
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